segunda-feira, 5 de maio de 2014

Historias que me cuento


Los fragmentos del trayecto. El regreso inevitable a la casa, en una de esas noches en que no se desea volver. Camino despacio hasta la parada del autobús. Hay otras personas que se quedan cerca. Volverían a sus casas a contento o estarían a camino de un otro sitio, la noche abierta a ellos? Es curioso que con tantas opciones possibles, uno tiene justo que tomar um autobús y regresar a la casa. Es el peligro, la incertitumbre, la desconfianza con la búsqueda, no sé. Sali de casa con hambre de vida, de noche, de encuentros, de ojos que se miran, de extraños que se vuelven cómplices de súbito. Pero no hubo más que el “un espresso por favor, gracias” en el café de la plaza quinze, el “permiso” del tipo que se sentó a mi lado en el segundo bus, el “hola” de un viejo amigo que ahora no me mira, no me habla, no me escucha como antes, y, al final, el pasar de las palomitas entre conocidos y desconocidos mientras veía una película al aire libre, en la universidad, con un “no, gracias” de mi parte. Otra vez la insaciabilidad, la ansia por conocer a otros, por compartir pequeñas percepciones día y noche adentro. Sin embargo, estamos todos aquí, dentro de un autobús, en la calle, en un lugar qualquier, sin mirarnos, sin nos interesarmos por aquel que está al lado, tan proximo, tan vivo, tan como tu proprio cuerpo.  Vuelvo a casa sin encuentros, sin miradas... Pero me doy cuenta de que soy yo que con frecuencia desvío los ojos, que me cierro como se fuera autosuficiente en mi caminada por la carretera vacía. Adentro el autobús para volver, despues de una longa espera, y me quedo a pensar se allí habría uno con el mismo anseo que yo, de continuar la noche, quién sabe de seguir juntos hasta un bar, a parlar sobre las cosas que son tan sobresalientes cuándo la noche es adentrada. La troca de sonrisas y toques, qué falta hace. Hay que reconocer, al menos, que estuve en buena compañía todo esse tiempo, la compañía que no me traiciona. Es J. C. a compartir estorias en el bus, o mientras bebo el café, o antes de la película empezar, o despues en el regreso a la casa, o cuándo se quiera. Es J. C. a me poner esperanzas, a me aliviar en noches solitarias. Paso en frente a los bares y hay tanta gente que es imposible encontrar un rostro amigo. Busco alguién, à distancia, pero no, esa noche él no hace parte de la masa que veo a segurar sus tazas con falsa seguridad y esfuerzada alegría al término del día. Cierro la búsqueda, el regreso me consolará con un vino, J. C. y mi cobija. No es tan malo, no. Habrán otras noches, siempre han. Habrán otras historias, de estas que podré contarme antes del sueño que nunca tarda.