Los
fragmentos del trayecto. El regreso inevitable a la casa, en una de esas noches
en que no se desea volver. Camino despacio hasta la parada del autobús. Hay
otras personas que se quedan cerca. Volverían a sus casas a contento o estarían
a camino de un otro sitio, la noche abierta a ellos? Es curioso que con tantas
opciones possibles, uno tiene justo que tomar um autobús y regresar a la casa.
Es el peligro, la incertitumbre, la desconfianza con la búsqueda, no sé. Sali
de casa con hambre de vida, de noche, de encuentros, de ojos que se miran, de
extraños que se vuelven cómplices de súbito. Pero no hubo más que el “un
espresso por favor, gracias” en el café de la plaza quinze, el “permiso” del
tipo que se sentó a mi lado en el segundo bus, el “hola” de un viejo amigo que
ahora no me mira, no me habla, no me escucha como antes, y, al final, el pasar
de las palomitas entre conocidos y desconocidos mientras veía una película al
aire libre, en la universidad, con un “no, gracias” de mi parte. Otra vez la
insaciabilidad, la ansia por conocer a otros, por compartir pequeñas
percepciones día y noche adentro. Sin embargo, estamos todos aquí, dentro de un
autobús, en la calle, en un lugar qualquier, sin mirarnos, sin nos interesarmos
por aquel que está al lado, tan proximo, tan vivo, tan como tu proprio
cuerpo. Vuelvo a casa sin encuentros,
sin miradas... Pero me doy cuenta de que soy yo que con frecuencia desvío los
ojos, que me cierro como se fuera autosuficiente en mi caminada por la
carretera vacía. Adentro el autobús para volver, despues de una longa espera, y
me quedo a pensar se allí habría uno con el mismo anseo que yo, de continuar la
noche, quién sabe de seguir juntos hasta un bar, a parlar sobre las cosas que
son tan sobresalientes cuándo la noche es adentrada. La troca de sonrisas y
toques, qué falta hace. Hay que reconocer, al menos, que estuve en buena
compañía todo esse tiempo, la compañía que no me traiciona. Es J. C. a compartir estorias en el bus, o mientras bebo
el café, o antes de la película empezar, o despues en el regreso a la casa, o cuándo
se quiera. Es J. C. a me poner esperanzas, a me aliviar en noches solitarias. Paso en
frente a los bares y hay tanta gente que es imposible encontrar un rostro
amigo. Busco alguién, à distancia, pero no, esa noche él no hace
parte de la masa que veo a segurar sus tazas con falsa seguridad y esfuerzada
alegría al término del día. Cierro la búsqueda, el regreso me consolará con un
vino, J. C. y mi cobija. No es tan malo, no. Habrán otras noches, siempre han.
Habrán otras historias, de estas que podré contarme antes del sueño que nunca
tarda.